Bueno, estamos en la recta final de los preparativos de la boda y eso me consume la mayoría de mi escaso tiempo libre. Tengo tantas cosas que contaros!!
Para desconectar hemos ido al «Cerrillo», ese lugar donde siempre encontramos calma, recargamos las pilas y volvemos a «la gran ciudad» con energías renovadas.
Allí lo pasamos todos genial, desde mi Bombón hasta nuestra pequeña Google.
Nosotros nos fuimos el viernes, tal como acabé de trabajar para allí que nos fuimos y el sábado por la tarde llegaron los abuelos, los tíos y los primos.
Como anécdota deportiva (por llamarlo de alguna manera) mi Rubio se llevó una de sus motos para disfrutar «a tope» de la montaña. Total que el sábado después de comer, me dice que va a darse una vueltecilla rápida, pero que vuelve pronto ya que él lava los platos porque yo hice la comida, va pasando el rato y más rato y más rato y yo empiezo a pensar «a ver si se ha caído… y cómo le encuentro yo ahora… a ver si se ha hecho daño» conforme sigue pasando el rato y yo ya en la puerta de la casa a grito pelao’ a pleno pulmón le llamaba que se me oía en toda la montaña «a ver si se ha caído con lo que está tardado… más le vale haberse caído, que no se haya hecho daño pero que o se haya caído o se haya roto la moto porque si no…. ayyyy si no» pensaba, y es que no hay cosa que más rabia me dé que me digan a tal hora estoy ahí o tardo tanto y no sea así y más tardando tanto y más aún si te has comprometido a hacer algo. Estaba preocupada, pero una parte de mí empezaba a enfadarse pensando en que sí que es capaz de írsele el santo al cielo y regodearse por el campo con su adorada moto, porque el tiempo encima de la moto, admitámolos, para él es más lento. Volví a berrear su nombre desde la puerta y recibí como respuesta el sonido del motor, eso me tranquilizó, ya intuía que estaba bien porque antes no tenía respuesta y ahora sí. En fin, que al fin llegó y efectivamente se había roto la moto, había saltado yo que sé que pieza que el pobre había tenido que ir unos tres kilómetros llevando la moto «a cuestas», conociéndome, dejó la moto en una masia abandonada para poder llegar antes a casa porque sabía que estaría preocuapada. Sí sí… dejó la moto, para volver más rápido… eso es amor… su moto abandonada para venir al rescate de mis pensamientos tenebrosos. Cuando llegó ¿Cómo decirlo? Agotado es poco, tal fue así que ni reprimenda le cayó y no sólo eso sino que me ofrecí voluntaria a ir a recoger la moto porque tenía el pobre una cara de hecho polvo que no podía con ella.
Y allí que fuí yo, valiente donde las haya a sacar la moto de la masia, que ilusa, sacarla de allí me costó la vida, la moto pesa un montón, me sentía como una hormiga llevando diez veces su propio peso, lo que os digo, me costó la vida, pero es que llevarla a casa con las cuestas, con los baches, con las piedras, diez vidas gasté en ello, como pesaba la condenada, que agotamiento y que pelea me llevé con la puñetera moto para no caerme de morros y que se me cayese encima además la puñetera estribera me daba todo el rato en la espinilla y llegué con un morado que pa’que.
Llegué a casa y a los diez minutos llegaron mis cuñados, que ya podían haber llegado algo más de media hora antes que fue el rato que estuve peleándome con la puñetera operación rescare de la moto. Después de recomponerme en el sofá y ver los estragos estriberos en mi espinilla, (bendito roll on para golpes de los enanos, que funciona de maravilla y ahora puedo decirlo por experiencia propia) llegaron mis suegros y ya estábamos todos.
El abuelo trajo como sorpresa un carro que ha hecho para sus nietos, pero del que para ser sinceros disfrutamos todos. Y así entre paseos, juegos y ratos divertidos consumimos nuestro fin de semana.
Todos subimos al carro, desde el más grande al más pequeño incluida Google.
Y mi Bombón y su primo no pudoeron resistirse a subir a la moto. Como podéis ver a mi Bombón le gusta ser la que conduce.
Su primo se tenía que coger muy fuerte porque iban muuuyyyy rápido
Para acabar en el carro del «yayo» conduciendo también mi Bombón.
La verdad es que esos días en familia son lo mejor que hay, no hay dinero que pueda pagar esos momentos que en el futuro serán los recuerdos de la infancia de mi Bombón y me alegro que sean tan especiales.
Feliz día.