Ahora que estoy de vuelta por aquí, en este «Domingo de Recuerdos» os quiero hablar de uno de los momentos de mi vida en que más miedo he pasado. Hay momentos en la vida en los que de pronto el mundo se para y tú te quedas ahí en medio sin saber que hacer, que decir, como reaccionar. Momentos en los que se acumulan los pensamientos en tu cabeza, en los que la ignorancia sobre aquello que te están contando te hacen asustarte más y en esos momentos, tu mente te traiciona y se va a lo Sigue leyendo
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Domingo de recuerdos: La primera minidiva
El día 30 de octubre fue el cumpleaños de mi hermana. Es 4 años más pequeña que yo y aunque ya tiene un hija y esta esperando el/la segund@ yo la sigo viendo pequeñita, siempre será mi «Fresita», otro día os contaré el por qué.
De pequeñas ella era muy artista (y muy diva, podríamos decir que es la primera minidiva), para uno de sus cumples le regalaron un cd portátil/discman ¡era lo más de lo más! En el momento aquello no era un regalo era El regalo. Venía acompañado del cd de «Hanson» titulado «Middle of nowhere». Cuando mis padres por el motivo que fuese no estaban en casa, a ella le gustaba Sigue leyendo

Domingo de recuerdos: Querido Chispa
Mi querido Chispito, ya hace cinco años que nos despedimos, de la manera mas trágica y horrorosa posible. El otro día en instagram vi una foto de un gato que me ha recordado tantísimo a ti, que no lo he podido evitar y los ojos se han desprendido de mi tristeza a través de las lágrimas que se me escapan cada vez que pienso en ti.
Vivimos tantas cosas juntos, eras mi gato-loro, tan pequeñito, siempre acomodado en mi hombro, siempre juntos, dispuestos a descubrir los mares de la vida, tan pequeñito que hasta que no creciste un poco pensé que eras ella y no él y ya una vez descubierto, conservaste el nombre de Chispa, porque eras eso, la chispa de mi vida. Yo estaba sola, tan lejos de casa y sólo te tenía a ti mi gato-perro, ya que eras tan cariñoso, siempre venías cuando te llamaba. Recuerdo como jugábamos con las bolas de papel, como nos quedábamos en casa descubriendo canal sur, descubriendo programas como.»Se llama copla» y allí estaba yo, más agusto que todo recién llegada de Barcelona, en Úbeda, ese lugar que siempre llevo en mi corazón y al que siempre que puedo me escapo a disfrutar de su mar de olivos… y sus tapas.
Eras tan bueno que te podía llevar a cualquier lugar, escondido en mi chaqueta y la gente ni se daba cuenta que estabas hasta que asomabas tu blanca cabecita con esos dos «tiznaíllos» negros que tenías.
Recuerdo tus caricias, con esas suaves y rosáceas almohadillas. Recuerdo tus preciosísimos ojos verdes, llenos de vida y aquella mirada tan tierna. Recuerdo como ejercías de despertador todos los días, con esas ganas infinitas de jugar y los días que te bañaba lo quietecito que te quedabas y luego jugabas con el aire del secador.
Recuerdo tu calor, tu suavidad, tu presencia, no diré que cada día pero casi y en esos momentos las lágrimas brotan por mis mejillas, es un dolor que nunca acabará de desaparecer. Recuerdo lo maravilloso que era llegar a casa y verte ahí, en la puerta esperándome, pero sobretodo te recuerdo a ti y lo mucho que te quise te quiero y te querré, siempre estarás conmigo. Recuerdo el día que te fuiste, lo injusto que fue, ojalá ese recuerdo pudiese borrarlo. El consuelo que me queda es saber que fuiste feliz, que tuviste una vida corta, pero plena e intensa. Que fuiste y te supiste querido. He tenido y tengo muchos animales y juro que a todos los he querido y los quiero, pero tú eras tú y junto a mi querida Nala sois loa dos seres, los dos miembros de mi familia a los que más he querido. Siempre tendréis un hueco importante en mi corazón.
Te quiero Chispillo.
Hoy no tengo fuerzas para contar que pasó con mi Chispillo, pero algún día os lo explicaré. Hoy sólo quería decirle a él, que todavía le quiero, que no le olvido y que siempre le echaré de menos.
Al igual que a mi Nala de la que ya me despedí aquí
Siempre estarás en mis recuerdos. Siempre vivirás en mi corazón.

Domingo de Recuerdos: El día que Nala se fue
El día que vi por primera vez a Nala tuvimos un flechazo, ella se abalanzó sobre mí. Enseguida las dos comprendimos que íbamos a compartir al hombre más maravilloso del mundo. Nala era la perra de mi novio, pero decir eso es quedarse demasiado corto, Nala era su mejor amiga, su sombra, su leal compañera y en aquel primer instante que nos vimos supe que también sería muy especial para mí. Al irme a vivir con mi Rubio pasé a compartir la custodia de Nala con él. Una perra muy bien educada, cariñosa, atenta y protectora. Recuerdo nuestras siestas en el sofá, como poco a poco se iba haciendo hueco, empezaba sentada a mis pies y acabábamos las dos tumbadas o sus posturas imposibles para caber las dos en el sillón. Su cara de impaciencia mientras comíamos a la espera de que le cayese algo, pero desde el respeto ya que nunca se acercaba. Recuerdo las charlas que tenía conmigo misma con ella como única oyente. Recuerdo sus auto caricias poniendo su cabeza debajo de mi mano y moviéndose. He querido a esa perra más que a muchas personas.
Un día le salió un bultito entre el pecho y una pata delantera. Resultó ser una infección y la única opción era operarla, tampoco era una opción segura al 100%, si la operábamos perdería movilidad y toda su vida había sido una perra de campo correteando de aquí a allí, de perder movilidad le fastidiaríamos los dos o tres años que le podrían quedar (aunque era muy activa era ya mayor) Que dilema, mi parte egoísta quería que se quedase con nosotros pero ¿era justo para ella condenarla a estar prácticamente quieta? No. Me dolió pero lo entendí. Y simplemente la dejamos marchar sin que sufriese controlando en la medida de lo posible la infección que por suerte no era dolorosa para ella. El 7 de enero al despertarnos ella ya se había ido. Como la odié, sí, la odié por dejarnos con aquel terrible vacío, por privarnos de su compañía, sobretodo a Bombón. La odié con todas mis fuerzas durante unos minutos. Y luego llegó el dolor total y absoluto, se me desgarró el alma, sentí como si alguien hubiese metido su mano dentro de mi pecho y me hubiera arrancado un trozo de mí. Lloré su pérdida y me intenté consolar pensando y sabiendo que era lo mejor para ella, había tenido una buena vida y no se merecía un final triste y arrinconada. Pero a veces pienso en ¿y si la hubiésemos operado? Todavía estaría conmigo en el sofá roncándome. Sé que hicimos bien pero eso no mengua el dolor.
Echo de menos a la canguro de Bombón. Cuando Bombón era una recién nacida y se dormía en su hamaca al lado del sofá yo aprovechaba para dormir también, cuando Bombón empezaba a hacer sus ruiditos en plan «ya me he despertado» era Nala la que me tiraba del bajo del pantalón para avisarme. Ya cuando estaba embarazada se acercaba a mi barrigota cuando estaba sentada en el sofá, con total suavidad pegaba su cabeza a mi barriga y se quedaba completamente quieta «escuchando a Bombón.
Quizás haya quien no lo entienda pero un perro es algo más que una mascota, es parte de la familia, siempre está esperando cuando llegas, no te juzga, te quiere con tus virtudes y defectos y mi Nala era la mejor.
Ella percibía si estabas bien o mal y actuaba en consecuencia jugando contigo cuando estabas contento, era incansable le podía tirar una piña 100 veces y la 101 se la tiraba y me metía corriendo en casa si quería acabar el juego y aún así venía mimosa a pedir más e igual de mimosa venía a consolarte si notaba que estabas decaído. Simplemente echo de menos a mi amiga con la que compartí tan buenos momentos y siempre la echaré de menos. Sé que lo que me queda de vida ella seguirá despertando mi sonrisa al recordarla y arrancando mis lágrimas como en este momento en el que vuelvo a ser consciente de que no la volveré a ver. Nala te quiero y te echo de menos. Echo de menos tu compañía, verte jugar con mi hija, como he dicho, simplemente echo de menos a mi amiga. Nunca te olvidaré.
Me encantaría explicaros más cosas sobre ella, pero en este momento ya no puedo seguir, contar esto ha sido más duro de lo que creía, quizás más adelante. Os dejo unas fotos de nuestros momentos
Domingo de Recuerdos: Nuestra primera cita
Hoy he decidido inaugurar una nueva sección en mi blog, «Domingo de recuerdos», explicaré algunos de los momentos que de alguna manera han sido importantes en mi vida, esos momentos que se te quedan grabados en la retina, y por mucho tiempo que pase los recuerdas mejor que lo que hiciste hace tres días. Y ya que hace poco os he contado que me caso, inauguraré esta sección recordando mi primera cita con mi futuro marido, mi Rubio.
Hace muchos años, cuando iba al colegio, conocí a un niño que me caía bastante mal, el típico chulito de clase, la verdad es que el sentimiento era mutuo, el era el rey de la clase y yo la republicana que llegó para convivir en su reino los dos últimos cursos antes de pasar al instituto, así que la «tortura» no duró mucho. Durante esos dos años las peleas fueron continuas, pero he de confesar que era un amor odio un tanto particular, aunque supuestamente yo le caía tan mal como él a mí, cabe destacar que en una ocasíón me encerró en el lavabo y me robó un beso, se salvó del guantazo ya que una décima de segundo antes de propinar mi derechazo entró una compañera, que si no… ay!!! si no… aún le dolería la mejilla, pero claro ese guantazo hubiera generado que nuestro «secreto» fuese público y no estaba yo por la labor.
Pasé al instituto y por suerte no iba al mismo que él. Los años pasaron, la vida me enseñó su cara dulce y su lado amargo durante ese tiempo y pasados algo más de diez años, algunos de los antiguos compañeros de aquel colegio decidieron reunirse para ver que tal nos había tratado el tiempo.
Entonces recibí una solicitud de amistad de un chaval en la red social por excelencia, la verdad es que por el nombre no me sonaba demasiado, pero al ver los amigos en común deduje que era de aquellos compañeros que estaban organizando la reunión mencionada, total que acepté.
La primera vez que nos reunimos, él no pudo ir. Empezamos a chatear, era divertido, él es un serio divertido, que me hace reír a carcajadas, así que decidimos quedar un día para ir a tomar algo, pero por unas cosas y otras siempre alguno de los dos no podía. Hicimos una segunda quedada de clase para la fiesta mayor y en esta ocasión él si podía asistir y yo también.
Como yo ya no vivía en la misma ciudad, dijimos que viniese a buscarme después de yo comer en casa de mi tía abuela que sí que vivía allí, él me mandó un mensaje y yo me asomé a la ventana para decirle que ya bajaba, pero ya sabéis como son las abuelas, tardan una eternidad en dejarte ir de sus casas, así que llegó un segundo mensaje, me volví a asomar a la ventana y él espetó un «Baja ya!!» y yo con el carácter que me caracteriza, nunca mejor dicho, le pedí a mi abuela que me pusisese un café, con exigencias no, gracias. Al bajar tampoco hubo reacción negativa por su parte ante mi tardanza, supongo que captó mi sutil respuesta, materializada en diez minutos extra de espera.
Primero fuimos a tomar una horchata fresquita en una terraza, de la cual pasamos a una cervecita y ya nos dispusimos a reunirnos con el resto pues llegaba la hora acordada y estábamos algo lejos.
Llegados al punto de encuentro, empezaron a llamar los otros compañeros que tenían que venir y poco a poco la reunión acabonreduciéndose a cita.
Era 4 de julio de 2009, fuimos a cenar unos bocatas en el primer bar que encontramos y luego a «La jove» (La joven) la fiesta nocturna de la fiesta mayor, en un parque, con música y tal, estaba bastante bien, nos sentamos en el césped, y estuvimos charlando durante horas, de pronto en una de esas sonrisas que se le escapaban, reconocí al chulito con el que tanto me peleaba y le solté «Cabrón!! fuiste tú el que me tiró la piedra!!» (sí, me tiró una piedra… es que esas edades ya se sabe… son digamos complicadas) su cara de póquer me evidenció que él no lo recordaba, pero el chichonazo que me salió a mi entre el meñique y la muñeca yo jamás lo pude olvidar, así que años después ajustamos cuentas y le perdoné entre risas al ver su intento de disculpa sobre algo que no recordaba pero sabiendo como era él por la época no le resultaba descabellado (he de decir que al tiempo un día hablando con uno de sus primos SÍ recordaba ese momento, así que se puede decir que el tiempo sí me dió la razón). Y de ahí pasamos a más risas intentando recordar algo más y que fuese positivo, en aquel momento tampoco recordaba mucho más de él, cosas de haber ido a tres colegios y dos institutos (el episodio del beso, fue recordado tiempo después, junto a otros «grandes momentos»).
La conversación se alargó y alargó, la verdad que él lo que se dice hablar no hablaba mucho, pero yo tengo incontinencia verbal, así que nos complementábamos bastante bien y entonces llegó la frase rompedora por mi parte… le dije «mira, me estás cayendo bien, así que te voy a dar un consejo, no te enamores de mí, porque yo ahora no estoy para esas cosas, tú lo pasarías mal, yo me sentiría culpable y no es plan» seguido de una gran carcajada por parte de los dos, no lo sabíamos, pero aquella noche lo cambió todo.
En cuestión de un mes estábamos todo el día juntos, o él en mi casa o yo en la suya, y en cuestión de tres meses ya vivíamos bajo el mismo techo. Aquellos niños que se odiaban acabaron amándose y hoy son padres de la niña más preciosa que mis ojos han visto nunca.
Así que cuando me pregunto el sentido de mi vida, sé que era estar con él, crecer y madurar para volvernos a encontrar en el momento exacto en el que lo hicimos, ambos habíamos tenido alguna experiencia negativa importante en lo que al amor se refiere, nos encontramos en el momento en el que esas heridas estaban cicatricadas, el momento exacto en el que estábamos preparados el uno para el otro. Para mí al igual que para él era ese momento en el que ni te planteas encontrar de nuevo a alguien para compartir la vida, el momento en el que quieres «disfrutar de la soltería» y él apareció como un huracán que lo revolucionó todo.
Ahora miramos para atrás y recordamos aquella primera cita y aquella frase «no te enamores de mí» y llegamos a la conclusión que no hemos cambiado tanto, sigue siendo un desobediente, pero es mi desobediente, el padre de mi hija, el amor de mi vida, mi compañero, mi amigo, mi sueño, mi ilusión, mi todo, la persona con la que he compartido el momento más importante de mi vida y con la que espero compartir todos los momentos futuros. Mi Rubio es el hombre al que más quiero y he querido en mi vida, el que me ha descubierto el amor incondicional, el que hace que me pregunte ¿qué era yo antes de ser nosotros?
En fin… hasta aquí ha llegado el momento recuerdos de hoy, me despido con esta canción de Amaral que parece que la haya escrito para nosotros, hasta el domingo que viene!!